¿Puede la crisis de Covid-19 considerarse un desastre "natural"?

Confinement. Copyright Sandrine Revet

¿Puede la crisis de Covid-19 considerarse un desastre "natural"?

Sandrine Revet : Esta pregunta tiene varias respuestas. Es interesante en la medida en que invita a pensar en cómo se "enmarca" un evento de este tipo y qué consecuencias puede tener sobre la forma en que se piensa y la forma en que se enfrenta. Aunque el virus sea de origen natural, esta pandemia no es más "natural" que los desastres causados por tsunamis, huracanes o inundaciones. Hace tiempo que las ciencias sociales han demostrado que los desastres ocurren cuando un fenómeno, que puede ser de origen natural o tecnológico, se encuentra con una sociedad vulnerable debido a decisiones políticas, opciones económicas o formas de organización social.

Lo que me parece interesante observar es la forma en que se piensa sobre lo que está sucediendo y lo que esto dice sobre los medios implementados para enfrentarlo. Desde el punto de vista de las agencias de la ONU, por ejemplo, la coordinación internacional frente a las pandemias es asunto de la Organización Mundial de la Salud y la Oficina de las Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA), la situación actual se considera como una "emergencia de salud pública de importancia internacional (ESPII)". En Francia, se enmarca este episodio bajo el término de "crisis sanitaria".

En mi opinión, tal categorización implica dos riesgos. Lo primero es hablar de "crisis" y usar el vocabulario que la acompaña. La noción de "crisis" implica un estado normal y su perturbación temporal antes de un retorno a la "normalidad". La crisis se traduce gráficamente por la metáfora del "pico", y aquella, naturalizante de “la ola”, así como por las curvas que suben y bajan para regresar más o menos rápidamente a su nivel inicial. Es una visión lineal de la crisis. Además, hablar de una crisis significa que la estructura solo se ve afectada temporalmente. Sin embargo, en la situación actual, es obvio por un lado que esta pandemia no es una alteración anormal de un funcionamiento "normal" sino, por el contrario, una de las consecuencias normales de un funcionamiento "anormal". Además, la situación provocará una sacudida de las estructuras sociales, que por lo tanto corresponde mejor con la noción de desastre, que designa un evento transformador, que destruye, revierte, trastorna el orden que lo precedió.

El segundo riesgo que veo en el uso generalizado del concepto de "crisis sanitaria" está en el calificativo "sanitaria". Al calificar el evento de esta manera, se corre el riesgo de dar prioridad al marco sanitario sobre los demás. Sin embargo, como lo ha demostrado la sociología política, uno de los efectos de estas "crisis" es ir más allá de la organización habitual por sectores, produciendo lo que Michel Dobry llama "desectorización" que obliga a la gente a pensar por fuera de su única área de competencia y forzar la coordinación. Esto constituye un gran desafío para los profesionales de gestión de crisis y una de las operaciones más complejas de implementar, en la medida en que cada mundo profesional, cada sector tiene sus temporalidades, sus desafíos, sus lenguajes, sus objetivos, sus escalas y que hacerlos coincidir es una operación extremadamente compleja. Si obviamente no se trata de negar la especificidad de este evento, y del papel central que desempeña el sistema de salud y los problemas sanitarios en su gestión, circunscribirlo al término de "crisis sanitaria" ensombrece todas las áreas que están siendo y serán afectadas permanentemente por este evento e implica que, en los arbitrajes cotidianos, la salud tiene prioridad sobre todo lo demás. Sin embargo, es obvio que este no es el caso. Las dimensiones sanitarias, sociales, ecológicas, económicas y políticas de este desastre están encastradas y deben considerarse conjuntamente.

De la misma manera que los estados y las sociedades "se preparan" para la llegada de desastres naturales como terremotos o derrumbes, ¿podrían nuestros gobiernos realmente haberse preparado para esta pandemia? ¿Es posible evitar este tipo de crisis?

Sandrine Revet : Obviamente, muy pocos países estaban "preparados" para una pandemia de este tipo[1], curiosamente por cierto, ya que por lo menos desde finales de la década de 1990, la posibilidad de tal evento era evocada reiteradamente en numerosos foros y las advertencias fueron numerosas. Los ejercicios de preparación, mediante la simulación de tales situaciones, se han desarrollado en muchos países. En septiembre de 2019, la Junta de Monitoreo de la Preparación Global (Global Preparedness Monitoring Board - GPMB) de la OMS publicó un informe sobre la preparación para tales pandemias, recordando a las autoridades de diferentes países del mundo la urgencia de "prepararse para lo peor", identificando lo peor como "una pandemia de rápida propagación, causada por la propagación de agentes patógenos respiratorios mortales".

La cuestión de la preparación también debe llevarnos a cuestionar este marco, que organiza el pensamiento sobre la gestión de riesgos y catástrofes desde principios de la década de 2000. El paradigma de la preparación, que surgió durante la Segunda Guerra Mundial con el establecimiento de las primeras instituciones de Defensa Civil, y continuo, especialmente en los Estados Unidos durante la Guerra Fría a través de un conjunto de dispositivos establecidos para hacer frente a un posible ataque nuclear, se basa en la idea de que el desastre es inevitable, que puede ocurrir en cualquier momento y que, por lo tanto, es necesario estar preparado para reducir su impacto. La pregunta ya no es si ocurrirá la catástrofe (pensamiento de la prevención), o cuándo (pensamiento probabilístico), sino qué hacer cuando ocurre. La preparación se fundamenta en un conjunto de medidas y dispositivos (sistemas de alerta, ejercicios, simulacros, almacenamiento, planes de coordinación, etc.) y se basa en un período de acción relativamente corto (la "emergencia"). Además, la investigación en ciencias sociales sobre la preparación muestra la gran dificultad para prepararse para un desastre que aún no ha ocurrido. Por ejemplo, los guiones en los ejercicios de simulacros a menudo se basan en catástrofes pasadas. Es difícil desarrollar la imaginación y, como muestran Olivier Borraz y Elsa Gisquet , los simulacros "promueven una visión ordenada de la crisis".

Sendai Japan. Copyright Sandrine revet

Simulación de un desastre en Sendai, Japón, marzo de 2015. Una visión ordenada de la crisis. Foto: Sandrine Revet.

Ahora bien, el pensamiento de la preparación tiende a eclipsar otras formas de pensar sobre lo que está sucediendo, otros marcos que se basan en acciones menos visibles, ancladas a más largo plazo. Así, el marco de la vulnerabilidad no se centra solo en el fenómeno (aquí, el virus) y en una representación "exógena" del desastre, es decir, por fuera de la sociedad, sino, por el contrario, en una visión del desastre como "endógena", es decir, producido por la sociedad misma. En este marco, que destaca los factores de vulnerabilidad, las medidas - estructurales - son parte de una temporalidad que va más allá de la urgencia de la gestión de crisis e implican políticas para reducir los factores de vulnerabilidad. En el caso del desastre actual, tendremos que trabajar para establecer claramente los factores de vulnerabilidad de cada una de nuestras sociedades que hicieron posible esta catástrofe en diferentes contextos, pero también a escala mundial. Se piensa en particular en la debilidad de los sistemas de salud, la creciente globalización del comercio e incluso la deforestación.

Si bien se ha demostrado durante mucho tiempo que es menos costoso invertir en tales costos de prevención que reaccionar en una situación de crisis, estas medidas estructurales para reducir los factores de vulnerabilidad son menos visibles que las medidas de gestión de crisis. y siempre es difícil convencer a las autoridades para que inviertan en acciones de prevención, una vez que la "crisis" ha pasado.

¿Cómo puede ayudarnos la antropología de los desastres a pensar en un momento como este?

Sandrine Revet : La antropología de los desastres ha trabajado durante mucho tiempo sobre tales situaciones, aunque la escala de esta catástrofe es particularmente sin precedentes. Si la antropología no le da “sentido" a lo que está sucediendo, si nos permite ver cómo los humanos confrontan y le dan sentido a lo que están atravesando. Recientemente, algunos autores también han propuesto una denominación aún más especializada en relación con la situación por la que estamos pasando, como en el libro publicado en 2019 titulado The Anthropology of Epidemics [2], que presenta temáticas específicas para este tipo de desastres y que también hace eco a investigaciones antropológicas sobre otro tipo de objetos relacionados.

Varios temas ampliamente tratados por la literatura antropológica emergen en la situación actual. La antropología de los desastres ha demostrado durante mucho tiempo que los desastres no nivelan las desigualdades, sino que las profundizan y empeoran. Frente a un discurso que surgió en los años ochenta y noventa en torno a la idea de "riesgos globales" y, en particular, la publicación de La sociedad del riesgo: hacia una nueva modernidad [3] en la que Ulrich Beck afirma que los riesgos contemporáneos tenían la característica de unir a la humanidad bajo la misma condición de vulnerabilidad, la antropología ha demostrado claramente que, dependiendo del contexto, esta vulnerabilidad se declina de manera diferente y conduce a enfrentar las situaciones de peligro con diferentes tipos de recursos. La antropología también hace posible, acercándose más a las personas y grupos que estudia, matizar estas tendencias principales, al mostrar, por ejemplo, los recursos inesperados de ciertos grupos considerados como "vulnerables", que han desarrollado habilidades para lidiar con situaciones cotidianas críticas y que a veces son menos desestabilizados que otros frente a la irrupción del “desastre”.

Choco, Colombia. Abril de 2020. Copyright: Ascoba

"Distribución de productos de higiene en Chocó, Colombia, abril de 2020. Foto: Ascoba.

La antropología también ha evidenciado el surgimiento en situaciones críticas de "comunidades de supervivencia", que se basan en la organización social de grupos y permiten la reorganización en situación de emergencia. Esto es lo que vemos surgir hoy a través de los fenómenos de ayuda mutua entre los residentes del mismo edificio, el mismo vecindario o dentro de grupos familiares. Esto es también lo que se manifiesta en los "impulsos de solidaridad", que reconfortan sobre las cualidades humanas que se manifiestan en tiempos críticos. Sin embargo, la antropología también ha permitido mostrar, por un lado, que estas solidaridades tienen un carácter efímero y que, en particular, se ven socavadas tan pronto como los dispositivos de ayuda externa se hacen cargo, en función de criterios selectivos que van a reintroducir las diferencias y la competencia entre aquellos que tienen acceso y los otros. Por otro lado, las situaciones de desastre a menudo permiten la aparición de nuevos actores, de nuevas relaciones sociales. Las relaciones de género pueden transformarse, al igual que las relaciones entre generaciones, nuevos liderazgos pueden surgir. Una vez más, estos procesos no son universales, sino que deben estudiarse en contextos específicos, con un enfoque no centrado en el momento de la "crisis" y un buen conocimiento del terreno.

También es común ver emerger figuras emblemáticas en situaciones de desastre que declinan de manera diferente según el contexto: héroes, víctimas, chivos expiatorios. Muchos trabajos de antropólogos se han centrado en cómo estas figuras se pueden entender en los contextos en los que son movilizadas.

La antropología también ha documentado el impacto que el tratamiento de los cadáveres puede tener en un desastre, ya sea una epidemia u otras situaciones de muerte masiva, como un conflicto. La no observancia de los rituales funerarios, los entierros en masa, el trato degradante de los cuerpos tiene una influencia importante sobre las relaciones que las sociedades a largo plazo mantienen con sus muertos.

Finalmente, la antropología permite trabajar, a partir de los diferentes relatos producidos de un evento, que pueden tomar formas tan diversas como canciones, obras de arte, poemas, historias narrativas, fotos, pero también conversaciones cotidianas, sobre el significado que las personas dan a tales eventos. Sin apegarse solo a los relatos de los medios de comunicación o los discursos nacionales producidos por algunos personajes emblemáticos, es interesante analizar la complejidad de estos relatos y ver que tejen, a varias voces, el entramado de una narración colectiva que, sin embargo, no siempre se estabiliza. Estos discursos ofrecen una idea de lo que ha sucedido o lo que está sucediendo y, a menudo, señalan culpables. Lo que sorprende cuando se analizan con delicadeza es la pluralidad de registros que coexisten dentro de ellos.

Para concluir, podemos decir que la peculiaridad de la antropología es mirar lo ordinario de estas situaciones "extraordinarias" interesándose en las experiencias diarias. La etnografía ofrece una escala específica de investigación y se compromete a una descripción fina, y la antropología ofrece un programa de comparación que permite ampliar la visión.

Entrevista realizada por Miriam Perier.

Traducción: Carlos Agudelo

Foto de portada de Sandrine Revet




[1] Al momento de escribir estas líneas, en abril de 2020, Corea del Sur, Singapur o Vietnam son citados por la OMS como los que mejor manejan la pandemia, y también podríamos mencionar a Taiwán, que la OMS no cita por razones geopolíticas. Todos estos países han experimentado recientemente SARS en 2003 o el MERS en 2012 y han "aprendido algo".

[2] Ann H. Kelly, Frédéric Keck, Christos Lynteris (dir.), The Anthropology of Epidemics, Londres, Routledge, serie "Routledge Studies in Health and Medical Anthropology", 2019.

[3] Beck, Ulrich, La sociedad del riesgo: hacia una nueva modernidad, Barcelona, Paidós, 2006.

Primera versión: Risikogesellschaft. Auf dem Weg in eine andere Moderne, Berlin, Suhrkamp, 1986.

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